lunes, 10 de diciembre de 2012

Historia de la Radio en México.


La Radio Mexicana celebra 90 años de vida
El 27 de septiembre de 1921, los hermanos Adolfo Enrique y Pedro Gómez Fernández, autonombrados “los radiófilos”, lograron la primera emisión de radio en nuestro país. En las instalaciones del Teatro Ideal, en la ciudad de México, consiguieron que, en forma de ondas hertzianas, un par de melodías fueran transmitidas y sonaran en el Teatro Nacional de Bellas Artes.
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El 9 de octubre de 1921, la ciudad de Monterrey inauguró su propia estación de radio, operada y conducida por su inventor, el Ingeniero Constantino de Tárnava. Para este acontecimiento, Tárnava preparó un programa musical que se prolongó durante dos horas y en cuyo repertorio se incluyó la participación de la joven intérprete Ana María Yturria.
Era el inicio de la radio en México y con tan sólo 50 watts fue posible llegar muy lejos. El creciente tránsito de música y voces convertidas en ondas, inundó el espacio aéreo nacional y sumergió de lleno al país en el llamado Siglo de las Comunicaciones.
En 1922, el gobierno posrevolucionario de Álvaro Obregón, tomó conciencia de la necesidad de unificar a un país dividido y en crisis, así que vio con buenos ojos los beneficios de contar con un medio idóneo para comunicarse con una población en aquel entonces, predominantemente analfabeta. Para ello, promovió la instauración de un sistema de radiodifusión mixto, con el que se proporcionó a entusiastas de esta nueva tecnología la posibilidad de instalar estaciones privadas.
Pronto, y con la rapidez que caracteriza la propagación de las grandes ideas, el territorio nacional comenzó a verse cubierto por un enorme tapiz de clubes y ligas de radioaficionados, que encontraron en esta tecnología mucho más que una simple satisfacción de poner a prueba las capacidades de un medio que aún se consideraba experimental.
Algunos visionarios mexicanos, apoyados en información de otros países donde la radio ya era un proyecto altamente redituable, buscaron la aprobación del gobierno para llevar legalmente el nuevo medio al ámbito comercial.
La radio fue rápidamente adoptada por todos aquellos que se acercaron a esta nueva tecnología. Comenzó a penetrar en la familia para dar a sus integrantes un contexto social, cultura y compañía. Su poder de convocatoria para unir en un mismo marco temporal, en torno a un contenido, le dio a este medio un fantástico ritmo de crecimiento.
Muy pronto la radio se convirtió en la mejor amiga de los hogares y la comunidad, y en una formadora del pensamiento de miles de mexicanos que encontraron, en sus pequeñas cajas de bulbos, una primera ventana al mundo y a sus maravillas, así como el refuerzo de conocimiento popular que les brindó la sensación de pertenencia, seguramente añorada desde los años de la Revolución.
Para 1930, había 32 estaciones de radio registradas, entre ellas destacaron la XEB, la estación de El Buen Tono en manos de José de la Herrán; la reconocida como la más famosa radiodifusora de nuestra nación: la XEW, cuyo valor no residía sólo en el potente equipo de transmisión con que contaba, sino en la fórmula que utilizó para hacer radio, al incorporar un sistema de programas de variedades que, con un formato en vivo, intercalaba música, noticias y dramatizaciones. Con esta innovación conquistó paulatinamente a la audiencia, hasta hacer de sus personajes, conductores y artistas, verdaderos ídolos populares que, por sus voces e interpretaciones, trascendieron a la pantalla grande en más de una ocasión. Así dieron forma a lo que se conoce como la época de oro de la radio mexicana, cuando la sociedad y la radio estuvieron más unidas.
Este episodio romántico en la historia de la radio fue apoyado por una creciente euforia nacionalista que exaltó las cualidades del mexicano, al promover su música e intérpretes, así como el estereotipo del mexicano apasionado, orgulloso y fiel a sus raíces. Pero dicha tendencia, subrayada por las programaciones de la XEW y poco después por la XEQ, también llevó a cabo una labor formativa y educativa, vinculando a los escuchas con el arte o promoviendo campañas formales de alfabetización, con las que la responsabilidad social del medio era ampliamente reconocida no sólo por las estaciones relacionadas con el gobierno, sino por los locutores y periodistas radiofónicos en general.
Quizá la labor más importante de este medio, en cuanto a formador y educador, se produjo de modo no planeado y como un fenómeno que no fue reconocido sino a hasta muchos años después. La proliferación de comerciales de productos de higiene personal, medicamentos, jabones, electrodomésticos y demás, empezó a generar en el radioescucha la conciencia sobre el cuidado de la salud y la imagen, al tiempo que fomentó prácticas como el cepillado de los dientes y el lavado de la ropa; el empleo de medicamentos como analgésicos y antidiarreicos, y el uso de aparatos como aspiradoras y licuadoras, entre muchos otros. Así inició el cambio en los hábitos de la gente, para introducirla en un nuevo esquema de vida, sin la intención expresa.
Durante el gobierno de Pascual Ortiz Rubio se establecieron nuevos esquemas de orden legal para la radio – a través de un régimen de concesiones del espacio aéreo. Dentro de las acciones que en aquel momento el gobierno efectuó para obtener el máximo provecho de la radio, estaba la elaboración de un reglamento de la Ley de Vías Generales de Comunicación, publicado el 10 de julio de 1933. En él se establecía la existencia de tiempos oficiales gratuitos y prioritarios para los mensajes que el Ejecutivo necesitara transmitir a la población del país.
Las iniciativas del presidente Lázaro Cárdenas, en 1936 y 1937, evidenciaron su preocupación por participar activamente en el ámbito de la comunicación. Cárdenas creo el Departamento Autónomo de Prensa y Publicidad (DAPP) con la finalidad de administrar a las radiodifusoras oficiales y regular el contenido de las numerosas estaciones privadas de radio con que ya contaba la nación. No obstante, apenas dos años después, el DAPP desapareció.
En esos tiempos, un grupo de radiodifusoras privadas buscó hacer un frente común para defender sus intereses dentro del marco de la ley. Así, en 1937 se constituyó, en la ciudad de México, la Asociación Mexicana de Estaciones Radiodifusoras, que meses después se transformó en la Asociación Mexicana de Radiodifusoras Comerciales (AMERC), agrupando a 20 estaciones del país. Dos años más tarde, la AMERC ingresó a la Cámara de Transportes y Comunicaciones, donde constituiría la Sección Radio.
Con el arribo de la década de 1940, y dentro del marco de un panorama mundial claramente violento, se manifestó una evidente consolidación de la radio mexicana como entidad organizada y participativa, con un fuerte vínculo social y emotivo con el pueblo que, circunstancialmente, preparaba el terreno para la llegada de la televisión a la vida del país y del ciudadano común.
La radio y algunos de sus productos alcanzaron mercados extranjeros, pues de la asociación de Emilio Azcárraga Vidaurreta, propietario de la XEW y la XEQ, y Clemente Serna Martínez, dueño de la XET de Monterrey, surgió en 1941 la empresa Radio Programas de México, primera en explotar comercialmente la grabación de programas radiofónicos en cintas magnéticas y discos de acetato para distribuirlos en México y otros países. Los programas más significativos y de mayor rating de la XEW y la XEQ se comercializaron en estos formatos para que se pudieran transmitir en provincia y más allá de nuestras fronteras, con lo que le dieron carácter internacional a muchos de nuestros artistas.
Ese mismo año, el gobierno promulgó una nueva Ley de Cámaras de Comercio e Industria, con la que poco después la Secretaría de Hacienda aprobó la constitución de una Cámara Nacional de la Industria de la Radiodifusión (CIR), de la cual fue elegido como primer presidente, Emilio Azcárraga Vidaurreta.
Durante la década de 1940 y parte de la siguiente, se desato la proliferación de cadenas radiofónicas en el territorio nacional, con un esquema cada vez más sólido gracias al empuje de iniciativas privadas. Con el antecedente de que no todos contaban con la infraestructura o los recursos para producir programas de la naturaleza de las grandes radiodifusoras, la fórmula de cadenas que se estableció implicaba una ganancia para todos los involucrados, pues mientras las pequeñas estaciones podían vender a mayor precio sus espacios comerciales por contar con programas de más rating, las grandes emisoras ofrecían a sus clientes una cobertura territorial mucho mayor. Así, aparecieron en nuestro país las cadenas Azul, Radio Mil, Radio Continental, Radiodifusoras Unidas Mexicanas, Radio Cadena Nacional, Radiodifusoras Asociadas y Radio Central Radiofónica, entre otras.
Sin duda, el gran ganador de este vertiginoso desarrollo de la radio nacional fue México. En cuestión de veinte años, la red radiofónica se convirtió en el sistema central de comunicación del país, al difundir, más allá de la mera información, los cimientos para un nuevo esquema de vida. La radio consiguió unificar de manera excepcional a una población geográficamente dispersa y, a su vez, transformó la percepción del mexicano acerca de su lugar en el mundo. Los relatos y noticias que llegaron a través de cadenas radiofónicas nacionales y extranjeras, como la CBS o la BBC, dieron un nuevo y más amplio contexto a los escuchas sobre los sucesos internacionales y la participación de nuestro país en ellos. Tal fue el caso de la Segunda Guerra Mundial, primer conflicto bélico de carácter internacional cuyo desarrollo se pudo seguir por este medio.
Aunque los ojos del país estaban puestos en la televisión, la radio también experimentó avances que refrescaron su panorama: en 1952 empezó a operar XHFM Radio Joya, la primera emisora mexicana que utilizó la Frecuencia Modulada (FM). Además, una nueva práctica se puso de moda: la transmisión de discos grabados. Si bien durante mucho tiempo los programas de radio consistieron en narraciones y música en vivo, el empleo de grabaciones y discos de acetato hicieron que la programación incluyera mayores tiempos aire con música grabada.
La base del modelo de radiodifusión mexicano
La década de 1960 dio inicio con un ordenamiento que hacía de la radio y la televisión, medios de interés público, al establecer un régimen de concesiones y permisos para ambos medios. El marco legal de este nuevo estatuto estableció la existencia de estaciones permisionadas – dirigidas por instituciones no lucrativas – y de estaciones concesionadas, únicas con la facultad para transmitir anuncios comerciales.
Con la radio consolidada, la segunda mitad del siglo XX marcó una nueva pauta en la que la importancia de los contenidos y de la forma cobró el mismo peso que la tecnología para producirlos. El abaratamiento de los receptores permitió que cada mexicano se convirtiera en radioescucha. El ingenio y la creatividad volvieron a colocarse como los motores generadores del verdadero fenómeno de masas que esta industria ha constituido y fueron los detonadores de una nueva cultura, una nueva filosofía de vida y una nueva sociedad, basadas en la información.
La década de los sesenta culminó con más de 10 millones de unidades de radio en los hogares mexicanos pero, sobre todo, ya era notorio el enorme cúmulo de información que los medios habían dejado en la población, con lo cual se perfilaba una estrecha relación con la sociedad. En sólo unos cuantos decenios, los medios hicieron importantes transformaciones socioculturales.
Al comenzar los años setenta, en la radio, la Frecuencia Modulada estaba floreciendo a consecuencia, quizá, de la notoria calidad de su sonido en comparación con la Amplitud Modulada (AM), sin embargo los aparatos receptores por lo regular no contaban con un cuadrante para escuchar la FM, y era más frecuente que los radios caseros tuvieran una banda de onda corta, además de la AM. La nueva frecuencia, por lo tanto, demandaba una inversión adicional por parte de los radioescuchas y la producción apenas daba señales de actividad permanente. Uno de los logros de la presidencia de Guillermo Salas Peyró al frente de la CIR fue iniciar la comercialización de espacios en esta frecuencia, cuya programación se caracterizó por incluir largos periodos de música continua.
En 1970 la CIR decidió modificar su estructura interna y su designación, formalizando la inclusión de los concesionarios de señales televisivas. Como resultado, la organización se convirtió en la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión (CIRT).
En 1971, tras meses de negociaciones entre la Secretaría de Hacienda y los representantes de la CIRT – sobre el pago de los impuestos aplicados a empresas con concesiones federales para usar bienes de la nación – se concluyó que la industria de la radio y la televisión destinaría 12.5% de su tiempo diario a transmisión al Estado y sus organismos, para ser usados con fines de comunicación gubernamental.
Durante el gobierno del presidente Luis Echeverría se realizó un esfuerzo particular en el rubro de la política, dirigido a dotar de espacios de expresión en los medios electrónicos a los partidos nacionales. Su acceso gratuito a los medios estaba limitado a periodos electorales y consistía en lapsos de 10 minutos quincenales, dentro de programas colectivos en los que varios partidos difundían su plataforma políticas y sus propuestas.
En estos años, en los que el contenido pesaba tanto como la tecnología para comunicarlo, se creó el Reglamento de la Ley Federal de Radio y Televisión mediante el cual la Secretaría de Gobernación es la responsable de vigilar que los contenidos de las transmisiones de ambos medios se realicen dentro de los términos que marca la legislación, entre otras atribuciones.
En 1977, surgió la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC), dentro de la Secretaría de Gobernación, con la premisa de lograr mayor presencia gubernamental en los medios electrónicos.
Entre 1977 y 1979, en la CIRT se trabajó a favor de la identidad nacional. En una campaña con la Sociedad de Autores y Compositores de Música se declaró a 1978 Año Internacional de la Música Mexicana. A través de sus afiliados se promovió la programación y difusión de artistas nacionales, fomentando la revalorización del talento mexicano.
En 1982, la Secretaría de Gobernación anunció la creación del Sistema de Comunicación Social del Gobierno Federal, que agrupaba a tres organismos descentralizados para administrar los recursos del Estado en este rubro. Así surgió el Instituto Mexicano de la Radio (IMER).
Sin duda, una de las situaciones más trascendentes estaba por llegar, no sólo para los medios electrónicos, sino para toda la nación. Con el terremoto de 1985, se comprobó el invaluable espíritu solidario de los habitantes de México. Para la industria quedó más clara que nunca su función social, la disposición para ayudar y el íntimo vínculo de la radio mexicana con la comunidad.
José Luis Rodríguez Ibarra, presidente de la CIRT en 1985, habla al respecto: “Inmediatamente después del temblor en el que también la radio y la televisión fueron muy afectadas, incluso con pérdidas humanas, informamos de manera amplio; hubo radiodifusoras que transmitieron noticias durante tres días continuos; enlazamos a los que necesitaban con los que podían ayudarlos; recabamos bienes materiales para los damnificados y los comunicamos directamente con los familiares en el interior de la República e incluso del extranjero y, sobre todo, ayudamos a tranquilizar a la población y a levantar el ánimo”.
Diversas acciones de la industria se desencadenaron a raíz de la tragedia, entre ellas la organización por primera vez de un Radiotón – con el fin de promover la solidaridad entre la ciudadanía – . Mediante éste se recaudó una suma muy importante que la CIRT entregó al presidente De la Madrid, para que as u vez lo hiciera llegar a los más necesitados.
La aún incipiente apertura política a finales del sexenio del presidente De la Madrid alcanzó a reflejarse en los medios de comunicación, con las campañas de Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier, candidatos de los partidos de oposición a la presidencia de México.
Un hecho trascendente en la gestión de Julio E. Velarde, como presidente de la CIRT en 1987 fue la creación del Instituto de Capacitación de Radio y Televisión, ICIRT, con el propósito central de profesionalizar y actualizar al personal de la industria en todo el país.
El recién electo Carlos Salinas de Gortari, comenzó su mandato con algunas modificaciones significativas para la industria. La radio comenzó a sumarse a la revolución satelital, cuando la Organización Radio Centro y el Grupo ACIR solicitaron a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes espacios en el sistema de satélites Morelos, para realizar por esa vía sus transmisiones de alcance nacional.
En los noventa, en la radio, el número de radioescuchas de FM (55.5%) superaba al de AM (44.5%), haciendo patente en varias poblaciones del país la importancia de que la FM pudiera transmitir en dos canales simultáneos (estereofonía). También la proliferación de nuevos aparatos receptores con tecnología orientada a la calidad del audio (autoestéreos, portátiles, minicomponentes, etc.) fortaleció la preferencia por esa banda. Como consecuencia, las radiodifusoras de AM recurrieron a modificaciones en la programación, consolidando a las emisiones habladas como una característica de esta frecuencia a partir de 1985. Una vez iniciada la cuenta regresiva hacia el siglo XXI, la penetración de la tecnología y sus crecientes aplicaciones en las actividades diarias de la comunidad aclararon la sensación de que el futuro había llegado. La radio cumplió con su parte trayendo nuevas incorporaciones, como la radiodifusión digital a través de Multiradio Digital, primera empresa en utilizar esta tecnología para transmisiones por suscripción.
Durante la década de 1990, la industria de la radio escaló a nuevos niveles de participación social. Más allá del papel que jugó en el desarrollo económico nacional con el impulso de importantes cadenas productivas, también rebasó su desempeño como sólo proveedor de entretenimiento y superó la trascendente función informativa ejercida hasta ese momento en los noticiarios.
Aunque ya se había gestado un nuevo régimen de apertura, fue en los noventa cuando pudo palparse en muchos ámbitos de la vida política de nuestro país. La radio fue un actor clave de este cambio, a la vez que experimentó una evolución de esta tendencia, como una faceta más de su función social: la promoción de la participación ciudadana en el devenir político de México.
Para 1997, cuando Emilio Nassar Rodríguez encabezó las acciones de la CIRT (1996-1998), el clima político, social y económico de México era más definido y claro que el vivido apenas un lustro antes: “Los medios de radiodifusión, y particularmente la CIRT, se exigen ser consecuentes con sus principios y se muestran como uno de los vehículos para coadyuvar a la garantía de la libertad de expresión en un ambiente plural y en un ámbito de pleno respeto de la autoridades”.
En 1999, cuando el milenio terminaba, se buscaban varias metas específicas, entre las que destacaban: mantener a la industria unida, participativa y con una sana relación entre sindicatos, trabajadores y concesionarios.
El cambio sociopolítico experimentado en el año 2000 constituye un parteaguas en la historia de México, de eso no hay duda, per mantener la maquinaria democrática funcionado en una permanente estabilidad, con resultados efectivos para todos los miembros de la sociedad, demanda constante participación de una industria de la radio más consciente, firme y propositiva. Al mismo tiempo, cuidando el lenguaje de la comunicación de la radio. Producto de esa convicción es la creación del Consejo de Autorregulación de la CIRT.
Con el nuevo gobierno emanado del Partido Acción Nacional, como elemento de gran importancia para la seguridad jurídica de los radiodifusores y para transparentar su relación con el Ejecutivo Federal se trabajó en un reglamento de radio y televisión y un acuerdo complementario. Se obtuvieron elementos importantes para la Industria, entre otros: el establecimiento puntual de los minutos a que, por el concepto de tiempos fiscales, tiene acceso el Estado en radio y televisión.
Otro punto a destacar en la industria al entrar al siglo XXI fue la participación de la CIRT – en la gestión de Bernardo Gómez – como una de las instituciones fundadores del Premio Nacional de Periodismo, un premio ciudadanizado, acorde con las exigencias de una sociedad democrática.
Los retos que vienen
La radio ha construido y desarrollado desde sus inicios una industria que alcanza a prácticamente todo el territorio nacional y a su población. Conscientes de ser concesionarios del Estado mexicano y de la responsabilidad que implica el oficio de comunicación social, la radio ha procurado servir en materia de integración e identidad nacionales, incorporando a millones a la vida social y política del país.
La radio mexicana se ha empeñado en hacer una buena labor, para que ejerzas tu derecho a la libertad de expresión y cuentes con la información que requieres para tomar decisiones en todos los ámbitos, incluyendo el político, base de la democracia que como nación hemos construido.
La Ley Federal de Radio y Televisión (LFRT) de 1960, cuyos principios en su mayoría tienen plena vigencia, permitió a los concesionarios contar con el marco jurídico requerido para realizar inversiones y asegurar que el servicio de radiodifusión se prestara en todos los rincones del país. A la vez, incorporó los “tiempos de Estado” como una forma de contraprestación que permitía a las instituciones públicas acceder a la infraestructura de radiodifusión y a las audiencias que construyen los particulares.
Sin embargo, en los últimos años, han surgido importantes retos para la radio. La reforma constitucional y legal en materia electoral de 2007 y 2008 dificultó severamente la operación cotidiana de las empresas de radiodifusión y limitó la libre expresión de las ideas a través de los medios de comunicación electrónicos.
En el 2009, por primera vez 90 estaciones pagaron una contraprestación adicional por el refrendo de sus títulos de concesión. Hoy en día el mayor problema de la Industria es la falta de seguridad jurídica generada por los títulos de concesión vencidos y de aquellos por vencer.
En 2011 se formalizó la adopción del estándar digital IBOC (In Band on Channel) para iniciar la transición hacia la radio digital. El sistema IBOC opera en la misma banda y en el mismo canal que las estaciones analógicas y, por lo tanto, no requiere de una banda adicional, como sucede con otros sistemas. El cambio a la radio digital es una tendencia a seguir para que las estaciones continúen siendo competitivas frente a todas las formas modernas de atraer a los radioescuchas.
Adicionalmente, ha surgido la radiodifusión ilegal, que además de constituir una violación a las leyes mexicanas, interfiere las señales de las estaciones autorizadas y violenta la rectoría del Estado sobre el espectro radioeléctrico.
La radio desea construir la posibilidad de continuar desempeñando su oficio y contribuyendo a un México más próspero y más libre. Nos corresponde cobrar conciencia de que los retos son muchos y complejos. Reconocemos que la argumentación correcta para el fortalecimiento del sistema de comunicación en México es una tarea de la cual depende la viabilidad futura de la industria.

* Extractos del libro Industria de Radio y Televisión. Memorias de sus compromiso con México. CIRT, 2003

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